Translate

domingo, 13 de enero de 2013

Cádiz, "Sitio" flamenco (antes y durante)




Antes...

1712. Dieciséis de febrero. El Deán del Cabildo de Alicante redacta desde Cádiz una carta que hace referencia al fandango de Cádiz, "danza famosa después de tantos siglos" (1).

1717. Se traslada a Cádiz la Casa de Contratación. Sostiene el francés Bernard Leblon (2) que el hecho favoreció el asentamiento gitano en todas las poblaciones de su Bahía. La hipótesis es bastante sólida y ayuda a comprender por qué tras la Pragmática de Carlos III, en una ciudad como Cádiz, teóricamente sin residencia oficial de "castellanos nuevos", hay más gitanos en palabras de Leblon que en el conjunto de las cinco provincias de Levante y que en cualquier otra región de España. La concentración más grande se encuentra en el valle del Guadalete y alrededor de la Bahía. Los centros más importantes son Cádiz, Jerez y Arcos, seguidos por San Fernando y Los Puertos

1749. Treinta de julio. Noche aciaga. A instigación del obispo de Oviedo, una feroz prisión contra los gitanos en toda España deja en El Puerto de Santa María una letra estremecedora y explicativa de la brutal conducción a las minas de azogue de Almadén: Los gitanitos del Puerto / fueron los más desgraciaos / que a las minas del azogue / se los llevan sentenciaos. (3)

La gitanería de El Puerto y alrededores de la Bahía de Cádiz, legará un tesoro de romances de la tradición oral, de tipo épico e histórico, inhallables en otros lugares del mundo hispánico, ni siquiera entre los judíos sefarditas, según palabras de la mayor autoridad en corridos y romances, Luis Suárez Ávila, cuya titánica labor recolectora nunca sabremos —ni podremos— pagársela. (4)

En el arsenal de la Carraca se desalojan los depósitos que sirven para almacenar estopa y quedan hacinados 1.193 gitanos en condiciones tremendamente insalubres: A ciento cincuenta hombres / nos llevan a la Carraca / y allí nos dan por castigo / de llevar pieras p´al agua (5) La noche del 7 de septiembre de 1749 estalla en La Carraca un primer motín con los gitanos armados de clavos y de puñales de madera de fabricación casera (6). No sería el único. "Cuando canto por siguiriya la boca me sabe a sangre", dijo siglos después Tía Anica la Periñaca

1750. Hacia la segunda mitad de la centuria, la Escuela de Cádiz de constructores de guitarra es ya un hecho y constituye uno de los focos más prestigiosos de luthiers, con dinastías de renombres, como los Benedid, los Guerra, los Bonichi, los Recio, los Castro, los Benítez, los Costa, los Perfumo… o los Pagés, cuyas sonantas situó Richard Ford a la altura de los Stradivarius

Tres instrumentos de Josef Pagés, Cádiz.
La consecuencia lógica de excelentes guitarreros, no tardó en aparecer: Cádiz aportará también la primera gran Escuela de guitarra flamenca (cronológicamente anterior y superior a la de Jerez) con el Maestro Tapia, el Maestro Patiño, Paquirri Guanter, Juan Gandulla Habichuela, Manuel Pérez El Pollo, Manolo el Pintor, Juan Trujillo, Francisco MolinaJosé Capinetti, Baldomero Jiménez, El Niño de CádizJuan Díaz, Manuel RamírezAntonio Hernández… 

Las tonadilleras y bailarinas solicitadas en las diversiones de entreactos, se elegían casi exclusivamente desde las tablas gaditanas; el paso por Cádiz era casi un requisito imprescindible para las que quisieran pisar la Corte. Véanse los estudios de la historiadora sevillana Rocío Plaza (7). 

1755. Uno de noviembre. Un maremoto asola la costa atlántica de Andalucía. En Cádiz las aguas anegan el camino del istmo y retornan al primitivo cauce del Canal Bahía-Caleta. El terremoto es llamado en Sevilla "el gran grito de Dios". Tras la desolación aparecen letras que narran el drama: El día del terremoto / llegó el agüita hasta arriba / pero no pudo llegar / aonde llegó mis fatigas. Un segundo texto, recolectado por Antonio Barberán en la prensa decimonónica, vuelve a ser fedatario de la tragedia, en estructura de cuatro versos: "De roíllas te pío / virgen de la Palma / que las agüitas del má / no güervan a subí la muralla"

1761. Catorce de noviembre. El Marqués de Casinas, regidor y representante de la nobleza, manuscribe una interpelación a la corporación de Cádiz con una advertencia moralista: "El baile del fandango es una excitación a la lujuria cuando lo hacen gitanos"

1767. Giacomo Casanova, tras su visita a Cádiz en sus memorias y desprovisto de los prejuicios del anterior, desmiente y contradice al pudoroso marqués: "El fandango es el baile más seductor del mundo".

1773. Se manuscribe aquí un tratado pionero: Explicación de la guitarra de rasgueado, por Juan de Vargas y Guzmán, vecino de esta ciudad de Cádiz

El gaditano José Cadalso escribe en esos años Las cartas marruecas. La número VII describe, con todo lujo de detalles, una juerga flamenca en un cortijo "yendo a Cádiz", a través de Tío Gregorio, un carnicero de voz ronca, pasado de compás (se baila el polo). (8) 

1775 y 1776. El inglés Henry Swinburne anota su viaje por España, tras su estancia por el sur: "En Cádiz las gentes humildes se dedicaban al fandango y los gitanos a bailar un baile indecente que se llamaba Manguindoy" (9)

1779. En el teatro de la Cruz de Madrid se estrena una tonadilla a solo, titulada ‘La Anónima’, del guitarrista gaditano Tomás Abril, donde aparece por primera vez —hasta el momento— la palabra tango: "Los andaluces / en sus tangos graciosos / sus chistes lucen", según hallazgo de Faustino Nuñez que algunos musicólogos "a hurtadillas" han pretendido soslayar. Ese mismo año el Conde de Noroña publica un poema heroico-burlesco, La Quicaida, donde se menciona "el fandango de Cádiz punteado".

1780. Según Joseph Mª Mangado y los hermanos Hurtado Torres, el periódico La Gazeta de Barcelona anunciaba en sus números 13 y 101 del mismo año: Seis minuetes para guitarra de 6 órdenes punteada. Una pastorela, el Fandango de Cádiz y la Tirana para Salterio; así como Dos minuetes á dos violines y una pastorela, y el Fandango de Cádiz para la guitarra punteada

1785. El maestro gaditano de lengua castellana y tertuliano asiduo de las famosas reuniones de Frasquita Larrea, Ignacio González del Castillo, escribe multitud de sainetes en cuyos pasillos desfilan playeras, jaleos, zorongos, el olé, el fandango, seguiriyas y el minué de la Viña. La palabra flamenco aún no designa el género; define entonces al puñal o faca, como así lo recoge el comediógrafo: "¡El militar que sacó, contra mi esposo, un flamenco!"(10). Nuevamente la prensa catalana, el 10 de septiembre de ése mismo año, anunciaba: Treinta diferencias del fandango de Cádiz por estilo moderno para guitarra

1797 y 1798. De nuevo Swinburne, según hallazgo –y traducción– de Rocío Plaza, ilustra el Cádiz con un teatro francés, de sainetes y bailes sensuales: "Lo que atrae más la atención de los habitantes de Cádiz en el teatro, son las pequeñas comedias obscenas (saynetes) y los bailes lascivos (Voleros)..." (11)

1800. Veintinueve de noviembre. Don Tomás de Morla, Caballero Comendador y Capitán General de los cuatro reinos de Andalucía, dicta un Auto de buen gobierno, a causa de los estragos que la fiebre epidémica ha causado en Cádiz. Prohíbe en su punto 39 –con especialidad a los trabajadores y artesanos–, "los cantares indecentes" y prohíbe a baratilleros, tiendas de quinquillerías y al gremio de cuchilleros —ahora en el epígrafe 58— las navajas, o sea, los flamencos: "no se permitirán vender cuchillos con punta, los llamados flamencos…" (12)


Durante...

Pero, ¿qué pasa con el arte flamenco durante el Sitio? ¿Existe?... Ya lo creemos que sí; pero no se llama flamenco y está –como siempre– en pleno proceso de formación. ¿Preflamenco? sin duda; ¿Protoflamenco? lo que usted quiera... ¡pero no veas los flamenquitos del Doce cómo chanelaban las musiquitas que le sitiaban.

Repasemos el padrón general de Cádiz de 1813 (13) de la parroquia matriz de Santa Cruz, de lo que en tiempo fue un arrabal, en donde "la gente del bronce" convivía en las casas-palacios del barrio. Eran mayormente herreros y tablajeros de carne y trabajaban en el Matadero. Vendían despojos (menudo) y carne "de bragueta" para sobrevivir (carne de primera, trincada y escondida en el calzón, luego vendida de estraperlo a precio de tercera). Arte y "esmayo"

Pablo Jiménez, torero; Bartolo Monge, matadero; Bartolo Jiménez, matadero; Antonio Jiménez, matadero; Sebastián de Vargas, matadero; Manuel Ortega, carnicero; Roque Heredia, matadero; José Monge, matadero; Juan Jiménez, tablajero; Juan Jiménez, carnicero; Antonio Fernández, matadero; Andrés Fernández, herrero; Andrés Monge, matadero; José Espinar, albañil… En la Viña habitan otros gitanos; otras sagas de mismos oficios: las Cachucheras, los Cantorales, los Díaz, los Fernández, los Antúnez, los Espeletas… 

"La gente cree que son carniceros, pero en realidad son sacerdotes milenarios que siguen sacrificando toros a Gerión", escribió Federico García Lorca

En esos apellidos y oficios están todos los antepasados de las extirpes gitanas de Cádiz, del Planeta, de Luis Alonso, de Juan Feria, de los Quintana, de Francisco la Perla, de Juanelo de Cádiz, de El Muerto, de los Mellizos, de los Loros, de los Ortega, de Curro Dulce, de los Melu, del Caoba, de Juana la Sandita, del Tío Rivas, de la Jacoba y la Pilí, de Paco y Pepa de Oro, de los Butrón, de María la Cantorala, del Quiqui, de Ñoto y Yesca –cuyo Médici era el Magistral Cabrera–…, casas gitanas que llevan dos centurias alumbrando toreros y picadores; cantaores y bailaores que, junto a sus primos de Los Puertos y de Jerez y a todo el caudal músico-cultural no gitano, configurarán entre todos el arte flamenco. 

1811. Veinte de noviembre. Suspendidas por la guerra contra los franceses, vuelven a Cádiz las obras de teatro y con ellas las canciones patrióticas, levadura fresca para que fermente todo un corpus literario de cantiñas insurgentes y doceañistas que se cantan en las calles y que sigue narrando lo que acontece. Por eso habla de "Baluartes invencibles", de "fanfarrones", de barrios que fueron "desgraciaítos" (especialmente el Pópulo y Santa María) y de bombas que "no explotan", a pesar de la alta tecnología que los gabachos estrenaban con los cañones villantrois. Cachondeíto con Bonaparte, al que los gaditanos con su ancestral retranca llaman "Napoladrón" y "Malaparte"

Por los teatros del Balón, Nacional y la Posada de la Academia, se interpretan guarachas, fandangos, cachuchasVámonos, china del alma / vámonos a la Caleta / que allí están Los Guacamayos / con fusil y bayoneta… y un polo “quejumbroso” se transcribe en la prensa periódica (noviembre de 1812): Ay, ay que siga el embuste; / siga la trampa y la broma; / ay, ay mientras que aquí en Cádiz / siguen su curso las cosas

Coloque la cejilla al cinco por arriba (Mi Mayor) o al aire por medio (La Mayor) y entone conmigo mentalmente las estrofas que le cuenta el redactor de El Conciso, que todo Cádiz interpretaba el 15 de marzo de 1812

"(…) le remite el Conciso la siguiente seguidilla que se canta en las calles de Cádiz: 


                   De las veinte granadas 
                   que Soult envía 
                   se quedan diez y nueve 
                   en la bahía; 
                   Y la que llega, 
                   rompe vidrios y espanta 
                   perros y viejas.” 

Época en la que una gaditana prodigio, llamada en tiempo por los ingleses la "Venus andaluza", María Mercandotti, encandilará a Londres y a París con sus bailes y danzas, según la investigadora Rocío Plaza, que está estudiando su figura.

Sesenta y ocho años más tarde del Sitio, Antonio Machado Demófilo, en su Colección de cantes flamencos de 1881, recopilaría entre cientos de ellas la siguiente letra de soleares de tres versos: 

                  Juntito iban los tres, 
                  Curro Dulce y Valladares 
                  y Molina de Jerez. 

Fernando Quiñones, a propósito de esta letra anotaba a pie de página: "¡Buen trío! Sólo de Valladares no tenemos noticias" (14). Hoy sabemos quién era Curro Dulce (Cádiz); quién Manuel Molina (Jerez) y continuamos sin saber quién era Valladares

Por cierto, en 1813 en el número 158 de la calle de Santo Domingo, vivía Juan Balladares; mirusté por donde, tablajero de la carne, y mirusté por donde, voluntario de las Milicias de Artilleros de Extramuros.

_________________________

(1) Regidor que representó a la nobleza en el Cabildo gaditano. Véase RETEGUI BESUNSAN, Mariano, El siglo XVIII gaditano, Cádiz: Delegación e información y Publicaciones del Ayuntamiento de Cádiz, 1982 (Págs. 139-142).

(2) LEBLON, Bernard, conferencia Gitanos y flamencos: el caso de Cádiz, impartida el 17 de noviembre de 2000 en la Diputación de Cádiz, dentro del programa de la Exposición Camarón cumple 50 años.

(3) LEBLON, Bernard, Los gitanos de España, Barcelona: Gredisa Editorial, 2001.

(4) SUÁREZ ÁVILA, Luis, Poética y tradición de los romances de los gitanos. El Lebrijano, un caso de fragmentismo y contaminación romancística, Mayo-agosto de 2006:  http://www.culturaspopulares.org/textos2/articulos/suarezavila.pdf

(5) ZOIDO NARANJO, Antonio, La prisión general de los gitanos y los orígenes de lo flamenco, Sevilla: Asociación de Editores de Andalucía, 1999 (Pág. 203).

(6) LEBLON, Bernard, Ob. cit. Véase también: WENCESLAO (o sea, SUÁREZ ÁVILA, Luis), citando el manuscrito de Luis Germán y Ribón, en Diario de Cádiz, 27 de marzo de 1974.

(7) Entre otros: PLAZA ORELLANA, Rocío, El flamenco y los románticos, Sevilla: Bienal de Arte Flamenco, 1999.

(8) CADALSO VÁZQUEZ, José, Cartas marruecas (Carta VII, Del mismo al mismo), Barcelona: Editoriales Andaluzas Unidas, 1986 (41-46)

(9) SWINBURNE, Henry, Spain in the years 1775 and 1776, London, 1779.

(10) QUIÑONES CHOZAS, Fernando, ¿Qué es el flamenco?, Bilbao: Editorial Cinterco, 1992 (Pág. 74).

(11) FISHER, Chistian A., Voyage en Spagne aux annés 1797 et 1798, París, 1801 (Pág. 199) Citado por Rocío Plaza Orellana.

(12) OSUNA GARCÍA, Javier, Cádiz, cuna de dos cantes, Cádiz:  Quorum editores, 2002 (Pág. 94).

(13) Padrón de 1813, L-1.058, AHMC; documentación para: OSUNA GARCÍA, Javier, Radio La Pepa 18.12 de la banda de Onda Corta, Cádiz: Quorum Editores, 2011 (edición no venal).

(14) (Citamos la última edición) QUIÑONES CHOZAS, Fernando, De Cádiz y sus cantes, Sevilla: Fundación José Manuel Lara, 2005 (Pág. 248).

2 comentarios:

  1. Enhorabuena por este blog tan "hemerográfico" como a mí me gusta y, por si te sirve, Javi, el cachondeito con Bonaparte no era solo gaditano, la tragedia burlesca "El fin de Napoladrón, por sus mismos sequaces, con una carta del Infierno al Emperador de los diablos, en que le da quejas de su mal proceder" se publicó en Madrid en 1808.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Y si tú lo dices va a misa, que para eso eres la especialista. Gracias por comentar, por el piropo al blog y por asomarte. Un abrazo.

      Eliminar