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sábado, 11 de octubre de 2014

"Mi gustar flamenco". De tiendas y trastiendas touristas (Al maestro Luis Suárez Ávila)


                                  El mar. La mar.
                          El mar. ¡Sólo la mar!
                                 (Rafael Alberti)


Manuel de Falla desembarca en Sancti Petri
Mar atlántica que la Gades de Vasallo escudriña a poniente. Hacia el sur, La Atlántida que Falla compuso desde el islote de Sancti Pectri (1), entre esteros y granitos del salinar. El mar y un soplo de viento, de Ramón Solís; Viento que es del Sur, en boca y pluma de Quiñones y Señorita (cursi) del Mar, en la de Pemán. Barquillas de Lope de Vega, que quitándose los zapatos saltaba de peñasco en peñascoespejos de sol y sal, de Villalón, aguas, donde un cíclope gitano tuvo un taller artesano, sumergido en La Caleta, de Alba Medina.

En el catalejo de bronce del anticuario de Enrique de las Marinas de Antonio Burgos, se otean genoveses que comercian y marineros de aguardiente, con el palo de campeche, el ron y la caoba; por eso Cádiz parece estar todavía esperando al último galeón, en pluma de García Márquezsurgiendo del mar azul oscuro, en la de Lord Byron o siendo una mancha blanca en medio del mar, en la de Edmundo de Amicis. El mar le rodea y determina la arquitectura de la Bahía. No digamos el lenguaje. Por eso a la enemistad se le "pone la proa"; la pelota no se cuela en un tejado: "se embarca" y cuando se va a recuperarla no se trepa: se "marinea".



EBarco, la juerga y el ventorrillo, fueron tres vértices de un triángulo muy común entre los flamenquitos gaditanos del siglo XIX. Por el pórtico de la Plaza de Isabel Segunda (hoy San Juan de Dios) y a través del transito marítimo, entraba todo: lo bueno, lo menos bueno, lo regular y lo malo. Prosperidad y contrabando, también progreso y asedios.





Y ritmos ultramarinos, estibados en las bodegas de polacras, bergantines y goletas, junto a la pimienta de Jamaica, el cacao de Caracas, Guatemala o Guayaquil; el tabaco en rama, el aguardiente de caña, la plata labrada, el polvo de grana, el azúcar de pilón, las peinetas de asta, la lana de vicuña o carnero, cordobanes curtidos y añil... Y compases binarios. Y melodías nuevas, de Petén, Veracruz, La Habana o La Guaira. Y giros y acentos de palabras novedosas, prestas a enraizarse en una orilla, también atlántica y de fértiles arenas, para que los estilos agarrasen y se cimbrearan, por mor de las corrientes, como una pradera de posidonias que baila sus estilizados filamentos al capricho de los vaivenes de la mar de leva.

"Home, date cuenta que en aquella época pa uno de Cái era más fácil embarcarse pa la Habana que ir a Madrid..." (2)

Los touristas siempre fueron habituales consumidores de lo flamenco. ¡Mi gustar flamencou! Guiris ávidos del exotismo de una música mestiza, que mostraba su madera oriental envejecida y sus rasgos más raciales. De Richar Ford al penúltimo japonés; de George Borrow a Blanco White, de Alexander Slidell a Teófilo Gautier; de Gustavo Dore, Davillier al Cubano que vino a Cái...  ¡Mi gustar flamencou! La manzanilla, los jereces y las caderas danzando hacían el resto:



Diario de Cádiz, 12 de octubre de 1889





Las ventas y ventorrillos, los restaurantes emparrados y las tiendas de vinos, colonizaban el centro y las afueras de la ciudad. La manzanilla, el Jerez solariego —que por su carácter añejo se recomendaba en la época estival— y el Chiclana de barril, eran los caldos de habitual consumo.



Juerga a bordo del Carlos V. Foto: La Revista Moderna, 16 de abril de 1898


Una radiografía, bastante aproximada, de los lugares de encuentro flamenco de aquel Cádiz del último tercio del siglo XIX, sería la que sigue. 

Nombres evocadores, como: la Perla Jerezana, de Francisco Ruiz de Celis; el Nuevo Paraíso, de Laureano Morante; la Nevería Italiana que Ricardo Bañasco regentaba en la calle Ancha; el Café de la Cita, de Ramón Novo; la Tienda del Telescopio, de Eduardo Ríos; las Nuevas Cortes, de Antonio Caso, sito en el número 51 de la calle San José; la Tienda del Siglo, de Manuel González; el Café Suizo al frente del cual estaba Rafael Cabo; la Tienda del Pardo, de Teodoro Pascua, sita en Murguía; La Colonial, de Juan Sánchez; la Tienda de la Florida, ubicada en la calle Nueva —punto de parada habitual del platero Ricardo Gualda—; la Tienda de la Bendición, de Benito García; la Primera de Cádiz, de Francisco González, ubicada en el 2 de la calle Zaragoza; la Tienda del Colmado, de Manuel Díaz; la Tienda de las Vacas, de Adolfo Álvarez; la Cooperativa Universal, de Miguel Guilloto; la Tienda de Peredo, de Vicente Mezones; la Tienda del Matadero, sanedrín flamenco del barrio de Santa María, regentada por Facundo Gutiérrez, mil veces evocada por la memoria sentimental del niño Chano Lobato, La Privadilla de Gaspar del Pino, santuario y Meca sagrada del flamenco, levantado en el setecientos.



Cádiz. En un ventorrillo de Puerta Tierra. Purger & Co. Hacia 1905


El Extramuros no se quedaba a la zaga de tabernas, tiendas y ventas de rancio abolengo: el Ventorrillo del Chato, edificado en el siglo XVIII y regentado en el XIX por Secundino Ceballos (más adelante se haría cargo del negocio del ventorrillo, el tocaor, Servando Roa); la Antigua de Corona, de Antonio González —que coexistía en el tiempo con las tiendas Corona Vieja, de José Revueltas y Corona Nueva, de Manuel G. Ruiz—; La Victoria, de Servando Fernández —negocio que con el tiempo regentaría el cantaor Diego Antúnez—; Vista Hermosa, cercana a la anterior; la Tienda de Víctor, sita en San Severiano y regentada por Manuel Mazón; la Tienda de Buena Vista, del mismo barrio; La Oriental, en el barrio de San José, en el vértice de las calles Adriano (hoy Avenida de Portugal) y Arrecife (actual Avenida).



El mero pretexto de estar vivo significaba un motivo de juerga que duraba días. Si encima era un natalicio, en el seno de los gitanos carniceros de aquellos tablajeros de la carne, se formaba la mundial: 



Diario de Cádiz, 1 de febrero de 1892
 Solo de guitarra en una noche calurosa. Enrique Simonet, 1906

Guiris —curioso término de origen vasco, de los partidarios de Guiristinu (3)— de la Armada Británica, prestos a emborracharse de manzanilla, por esas tiendas de Puertatierra, "hasta hora avanzada de la noche", o sea, con una alta probabilidad de dormir la resaca en alguna posada de Extramuros:



Diario de Cádiz, 12 de diciembre de 1894

El regreso de un periodista foráneo o la despedida de un artista de primer nivel, como el eminente tocaor, Manuel Pérez El Pollo, eran las casualidades que dibujaban una juerga. En este caso, en La Colonial, con los trémolos y arpegios virtuosos de uno de los tocaores predilectos de Enrique el Mellizo:



Diario de Cádiz, 15 de abril de 1903


Diario de Cádiz, 15 de abril de 1903

El arte flamenco amenizaba las veladas de las clases opulentas, que contrataban a los artistas. El restaurante El Siglo, sito en Cervantes y Vea Murguía, fue el local escogido por los socios del Casino Gaditano, en donde se brindó con manzanilla, rioja y champagne... y con los tercios de las seguiriyas, las soleares y la malagueña —joya barroca de su padre— que Antonio el Mellizo, había oído en (su) la Casa de los Jiménez, de la calle Mirador:



Diario de Cádiz, 14 de septiembre de 1904


Concierto vecinal. Enrique Simonet, 1901

Prosigamos en el restaurante El Siglo, para conocer una reveladora fiesta que allí le programaron a un grupo de turistas yanquis. La gacetilla periodística viene con su miga bajo el brazo, al aportarnos un dato —entiendo que importante—, y que viene a sumar, en la cenagosa y compleja reconstrucción del conocimiento de la historiografía del flamenco.


Al musicólogo e investigador, Guillermo Castro Buendía, le llamó un 'buendía' la atención, la temprana cita de la taranta, en mayo de 1905, que rastreábamos en un fardo, con motivo de una actuación de don Antonio Chacón en el Teatro Cómico (léase su quinto comentario aquí). Argumentaba Castro Buendía, en su momento, que el registro más antiguo, entonces conocido para la taranta, era el de Gaspar Vivas y el baile de La Malagueñita, en 1906 —según hallazgo de José Luis Navarro— y que Chacón no la grabó hasta 1909; si bien, se tenía constancia de que las cantaba, al menos desde 1908.


En esta fiesta turística que le organizan a los norteamericanos y que seguidamente damos a conocer, nos aparecen las tarantas, en febrero de 1905 (cuatro meses antes que aquellas que se cantaron en el Teatro Cómico de la calle San Miguel) y se presentan nuevamente en boca del hijo de Enrique el Mellizo, Enrique Jiménez Hermosilla, con dos interesantes connotaciones; una, que a la sazón: "ya son famosas"; más una explícita, segunda advertencia del redactor: "importadas de los pueblos de Levante". Se canta (y se baila) por tangos también, por alegrías y peteneras; y es evidente que Manuel Pérez El Pollo —de cuya maestría del toque por malagueñas llegó a hacerse una obra de teatro musical, que en su momento mostraremos— le acompaña por tarantas, con los bellos acordes levantinos:


Diario de Cádiz, 11 de febrero de 1905


Trasatlántico Moltke


 Moret en su primitiva ubicación, hacia 1930. Foto: Reymundo. AHMC

Antes. Mucho antes de que el guía turístico fuese una profesión asociada, nació en el vestíbulo de la Puerta del Mar la figura del Pimpi, personaje que brotó de la propia necesidad, en el señorío del muelle, que iba del Café la Machina a La Bella Sirena; embaucador, embustero, destilado del pícaro del Siglo de Oro español, con la poca vergüenza —que no sinvergüenza— y la cara bien próxima a los férreos mármoles genoveses de las casas palaciegas, enseñando un Cádiz pasado, en ocasiones anacrónico, inexistente e inventado sobre la marcha cuando el estómago lo necesitaba. Pero con gracia. Con la misma que, un siglo después, Chano Lobato le ubicaba en el mapa a su homónimo cantaor japonés —que le había preguntado por la ubicación exacta de la bulería, copiada milimétricamente— dónde estaba María Bastón

"—¡Maestro, no posible María Bastón en los Astilleros!"


Pericón de Cádiz (y José Luis Ortiz Nuevo), hizo un retrato certero de la coba bien entendida como antídoto para la supervivencia, en épocas dificultosas, entre turbas de turistas que contemplaban el Cádiz de principios de siglo XX:


"Entre los tipos de gracia verdá que había en Cádiz, El Colorao y Perico el de las Viejas Ricas se llevaban la palma con las cosas que se les ocurrían de hacer, cosas de gracia verdá.

El Colorao era bajito, más bien regordete, y mu colorao de cara, que por eso le decían El Colorao; y a Perico le decían El de las Viejas Ricas porque había salío en el Carnaval con un coro que le decían 'De las Viejas Ricas'.


Y claro, como se conocían tanto y se compenetraban tan bien en el ambiente aquel de Cádiz, siempre estaban juntos inventando cosas.


¡Oh Calaverita!


En una ocasión que estaban los dos caninos s´encontraron en la plaza la Catedral con siete y ocho turistas, y ná más verlos, El Colorao que le dice a Perico:


—Ahí se puede ganar dinero, hombre.


—¿Cómo? le contesta Perico. Y le dice El Colorao:

—Mira el gracioso... ¡Chiquillo, dándotelas de guía! Tú te acercas a ellos y les dices que eres el mejor guía de Cádiz y les enseñas lo que ellos quieran.


—¿Y usted por qué no va, compare?


—Hombre —le dice El Colorao— yo no voy porque no tengo don de palabra, pero usté sí que tiene.

Y como estaban los dos caninos perdíos, Perico se va pa los turistas y emprincipia:



—¡Catedral! Y le dicen los turistas:

—¡Oh Cathedrall, bonita Cathedrall!


—Yo soy el primer guía que hay en Cádiz.

—¡Oh, primer guía guía que hay en Cádiz; usted enseñar Cathedrall!


—Ahora mismo, hombre.


Y se fueron pa la Catedral; entonces uno de los turistas sacó una pitillera y empezó a darles tabaco a tós, menos a Perico, que no le dio ná, y no veas cómo estaba Perico por fumarse un cigarro... Y entran en la Catedral. Pero ná más entrar, hay allí una urna con una calavera, y claro, Perico no sabía ná de la calavera, de quien era ni ná. Y le dice uno de los turistas:


—¡Oh, calavera! ¿De quién calavera?


—¿Calavera? Calavera del primer gallego que entró en Cái.

—¡Oh, primer gallego que entró en Cái calavera!

Siguen más p´alante. Una nave, otra nave, y a la tercera tropiezan con una urna chiquitita con una calaverita dentro. Y el turista que le dice:


—¡Oh, calaverita! ¿De quién calaverita?

—¿Calaverita? Calaverita del primer gallego que entró en Cái.

—¡Oh, no posible! Calavera primer gallego que entró en Cái y calaverita primer gallego que entró en Cái, no posible.

—Por la gloria de mi madre, hombre: ¡cuando era un chiquillo el gallego!

Siguen p´alante, y el turista de la pitillera que saca otro cigarro y empieza a repartir a tor mundo, menos a Perico. Están por allí dando vueltas y llegan a un rincón que había un santo solo, y el turista que le pregunta otra vez:


—¡Oh, qué santo! ¿Cómo llamar santo?


—¡San Antonio!

—¡Oh, San Antonio, no posible!

—Hombre, ¿no voy yo a conocer a San Antonio?


—¡No!, no posible. San Antonio tiene un niño.

—Si ya lo sé, guasa; si ya lo sé; pero es que lo he mandao al estanco por tabaco pa mí." (4)

En febrero de 1906, atracaba en Cádiz el buque Arabic. A los touristas que llevaba a bordo se les preparó un paseo por sus monumentos y una fiesta flamenca en una casa particular:



Diario de Cádiz, 19 de febrero de 1906




_________________________

(1) José María Pemán que junto a Álvaro Picardo acompañó a Falla a Sancti Petri, contaba la siguiente anécdota de la fotografía arriba mostrada: "Del vaporcito saltamos a un bote. Cruzamos sobre las famosas piedras 'Rompetimones' (¿sillares del templo?), en las que hace dos años un buzo pescó una estatua de bronce. Y llegamos a Sancti Petri. El islote no tiene muelle. Hay que encallar el bote en la playa. El botero con los pies metidos en agua, nos toma del bote con sus brazos fortalecidos por la magnífica gimnasia del remo, y nos traslada por el aire como muñequitos, a la arena. Es aquello una escena primitiva y mitológica. El cuerpecillo, breve y tembloroso de Falla, duda sobre la proa del bote antes de entregarse al jayán. Pregunta ingenuamente:
 ¿Podrá conmigo?...
Y la voz de uno de los acompañantes contesta:
 Maestro, podría con Wagner; no sé si podrá con usted."
Véase En busca del Templo de Hércules (El maestro Falla y su 'Atlántida'), en SÁNCHEZ GARCÍA, Fernando, La correspondencia inédita entre Manuel de Falla y José María Pemán (1929-1941), San Fernando: Caja de Ahorros de Jerez, 1988 (pág. 130).

(2) ZILBERMANN MORALES, Marcos, De la Habana llegó un fulano, en Antología de América en el Carnaval de Cádiz, Cádiz: Caja de Ahorros de Jerez, 1985.

(3) Así lo explicaba el eminente antropólogo, Julio Caro Baroja, en el prólogo de la obra citada: "Durante la primera guerra civil española se acuñaron palabras como la de 'carca', que aún se usa algo y la de 'guiri' que ha caído en desuso, aludiendo a los partidarios de Don Carlos y doña Cristina respectivamente, porque de 'cristinos', los vascos hacían 'guiristinu'." Véase: TEMPRANO, Emilio, La selva de los tópicos, Madrid: Mondadori, 1988 (pág. 11 y 12).

(4) ORTIZ NUEVO José LuisLas mil y una historias de Pericón de  Cádiz, Madrid: Ediciones Demófilo, 1975 (Págs 155-157).

21 comentarios:

  1. Bueno que te voy a decir Javier pues eso que tu entrada me gusta una barbaridad, el porque también lo sabe, porque es de Cái y de sus gentes y me gusta porque yo he reconocido algunos establecimientos de aquella época, como Vista Hermosa, Corona, La Privadilla que por cierto allí he ido un par de veces a recoger la guitarra de Rafael de Jerez(El Lápiz) en verdad El Lápiz era su padre, la Venta del Chato, he ido hace mucho tiempo, hoy día no puedo entrar porque no tengo parné para pagar el cubierto, el café que había enfrente de la comandancia de marina. Aunque en Cái había algunas más pero no de tanta categoría. Te doy las gracias por poder recordar algo de mi niñez y lo mejor es que todavía me acuerdo. Tu viejo amigo Paco del Barrio Santa María.

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    1. Muchas gracias, Paco. Me alegro que te haya gustado. La Privadilla ha estado abierta hasta hace relativamente poco tiempo. Una lástima que con la historia que encerraba ese establecimiento, no haya gozado de alguna de las muchas figuras de protección. Pero esto es lo que tenemos.
      Cuídate, un abrazo.

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  2. Genial, como siempre. Por cierto, ¿de donde sacas el tiempo, picha?

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    1. Jajaja... Realmente de donde no lo hay. La verdad. Pero tú sabes, bien, que "El Mellizo con gusto no pica".

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  3. En uno de esos barcos de Antonio López embarcó mi bisabuelo Salvador para La Habana, lamentablemente, no como "tourista" sino como soldado. Aquella generación merece un tributo aún no ofrecido ni por las autoridades ni por los descendientes. Recuerdo un chiste de Forges en los que un personaje preguntaba a otro: "-¿qué le has pedido a tu hermano que te traiga de la Habana? -Que vuelva."
    Por fortuna, Salvador volvió, esquelético, piojoso y casi enloquecido, rehizo su vida y de hecho, aquí me tiene, heredando su apellido y leyendo su blog, cada vez con más interés, pues sus entradas se van mejorando día a día. Un saludo.

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    1. Qué historia más emotiva. Desde luego que en el 'Desastre del 98' mandaron a miles de soldados a una guerra incierta, "a la ingrata Manigua" ¿Cuándo volverán, solo Dios lo sabe? (se cantaba desde los muelles de Cádiz). Lo más grave de todo es que los que combatieron, los verdaderos patriotas, no tenían recursos económicos. Por el contrario, la burguesía compraba (literalmente) la obligatoriedad del servicio patrio; la exención. Menos mal que volvió su bisabuelo y que reconstruyó su vida. Un respeto para él y para todos los de su quinta. Muchas gracias por sus palabras, José Luis. Un abrazo.

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  4. Hola Javier. ¡Genial! "Antonio el Mellizo por tarantas" ¡gran hallazgo!, y además cantes ya en boga en 1905, según allí se dice. Revisando el libro de Antonio Hita Maldonado "El Flamenco en la discografía antigua" se podría retrasar aún más las grabaciones de tarantas, ya que dice que en sello Zonophone desde 1905 se reeditaron muchas grabaciones anteriores de la casa Gramophone realizadas desde 1900, como discos de El Mochuelo, entre ellos, Tarantas. Cita una grabación de tarantes de 1905 da Encarnación Santiesteban La Rubia. Gracias por estos nuevos datos Javier. Un abrazo. Guillermo Castro

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    1. Buen trabajo el de Antonio Hita. Lo conocí personalmente en Sevilla y tengo ese libro que citas, sin duda, toda una referencia en la bibliografía discográfica de pizarra. Si lo dice él, seguro que es así; es un investigador serio y meticuloso. Fue el primero de todos que dató por escrito la contemporaneidad de la colombiana. Bueno, ya tenemos una dato más en la capacha recolectora para la taranta. Esperemos que el futuro nos depare más sorpresas. Que seguro que vendrán. Gracias por comentar. Un abrazo.

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  5. Debo ser una turista norteamericana enmascarada porque me gusta, me emociona, el cante por peteneras. Y agradecida: nunca olvidaré que, con to la cara de chupar un limón verde, mi estimado Rancapinos cantó unas peteneras para mí, hace unos 30 años, en el centro sociocultural del Barrio de La Viña. Me ha encantado este fardo.

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    1. Gracias, Ana. Mala fama que tiene la muchacha (petenera). Convendría que algún día fuese motivo de estudio su malfario, aunque no perdamos de vista que sus mejores cultivadores fueron, por lo general, gitanos de puro bronce. Por ejemplo, Pastora. Me alegro que te haya gustado. Un abrazo.

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    2. ...Y por la admiración y el afecto que te tengo, le otorgo a tu blog por los trabajos contenidos mi más convencido:

      Cum Laude.

      Abracetes, artistazo.

      Mari Carmen.

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    3. Gracias. Así cuando llegue a casa y enseñe las notas, no me regañan. ;)
      Un abrazo, Maricarmen.

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  6. De arte por los cuatro costaos. Currado hasta la saciedad, me alegra tu capacidad para encontrar el tiempo que permite estas laboriosas búsquedas, que luego componen la olla del gaditanismo que encierran tus elaboraciones. Creo que esto es más dificil que choquear...
    Fuerte abrazo. Pepe

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    1. Jajaja ¡Andeva pará! Gracias, Pepe, hay que escudriñar los textos amarillentos como se escudriña las pozas: con sigilo y respeto.
      Gracias por comentar.
      Un abrazo.

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  7. Estimado Javier

    Ante todo felicitarte por esta nueva entrada tuya que he leído con deleite, llamándome mucho la atención, la noticia que das sobre las tarantas en Cádiz. Se trata
    He de decirte que ya constaté en las páginas 244 y 245 de nuestro libro “Los Cantes Mineros a través de los registros de pizarra y cilindros” la aparición del término TARANTA en la prensa escrita. Ahí expuse la noticia del “Diario de Cádiz” del 22 de mayo de 1905, sobre las tarantas interpretadas por Chacón, que me llegó en su día gracias a la amabilidad de nuestro amigo Antonio Barberán.
    Cercanas a esas fechas también constato el nombre de taranta, en otros documentos como el relato novelado “Perfiles gitanos” de J. Ruiz Moreno, publicado en la revista madrileña “Nuevo Mundo” del 2 de abril de 1908, en boca de La Filo; flamenca que, por otra parte, se sabe que grabó cilindros para la casa de José Navarro en Madrid, según señala el “Boletín Fonográfico” de Valencia del año 1901, aunque no especifica si grabó estos cantes.
    Con respecto a la noticia dada por José Luis Navarro sobre La Malagueñita como cultivadora del baile por tarantas, decir que tal se anuncia en los diarios madrileños “La Época” y “La Correspondencia de España” en su sección de “Espectáculos”, los días 3 y 4 de enero de 1906.
    (Este baile debió tener seguimiento ya que La Argentinita también bailaba por tarantas en 1912, por lo que hay que establecerlo como muy anterior a la coreografía “El Taranto” que Carmen Amaya presentó en Nueva York en 1942).
    Estos son básicamente los comentarios que mencionas sobre el amigo Castro Buendía en tu anterior fardo sobre Chacón. No obstante es interesante el cartel anunciador de Rafael Cruces ‘Niño de Cañete’ como estilista de tarantas para su actuaciones del Café-Nevería La Alegría, de Sevilla los días 19 y 20 de junio de 1909; año coincidente con las grabaciones de estos cantes por Chacón. Pero es cierto que los primeros en grabar tarantas rotuladas como tales sean Gaspar Vivas en 1906, y El Mochuelo en 1907 (ambos para Zonophone), grabación ésta última contenida en el DVD de audio que acompaña nuestra obra y que el cantaor anuncia de viva voz: “¡Tarantas cantadas por El Mochuelo!”.
    Otra importante cita es la que se refiere al “toque de tarantas”, de La Cascarillas, gitana de Jódar (Jaén), que ofrece el poeta Juan José Molina Hidalgo, que califica de “solemne”, en un escrito datado hacia 1912, pero que refiere hechos muy anteriores.
    A pesar de todos estos datos creo que quien primero recoge el término es el dramaturgo Joaquín Dicenta en su artículo “Entre mineros” en el diario madrileño “El Liberal” en su edición del 19 de enero de 1903 describiendo el ambiente de minería de Linares: “...dirigirse a la boca del pozo y bajar por él, y perforar la piedra y cargar el cartucho y subir la escala de esparto cantando una taranta...”.
    (Continúa en un 2.º mensaje)

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  8. (Sigo con lo arriba expuesto)
    Antes de estas fechas (y mientras se resuelve un documento que menciona otro más antiguo todavía que se puede fechar en 1863, aludiendo a las inmediaciones de la Fuente del Pisar en Linares, y que dice que los mineros cantaban “hondo tarantas y martinetes”), no he encontrado ninguna referencia que señale tarantas, aunque se pueden adivinar en las “almerienses”, que cita “La Crónica Meridional” del 29 de noviembre de 1896, al anunciar un duelo cantaor entre Pepe El Marmolista y El Canario Chico.
    No obstante es muy ilustrativa esta noticia de Cádiz que descubrió Alberto Rodríguez en el diario jerezano “El Guadalete” del 7 de octubre de 1885, al describir un almuerzo celebrado en el Teatro-Café del Señor Lannes, en Cádiz, se dice que tras el mismo cantó “el popular Pepe Berdejo, que con sus ‘peteneras’, ‘madrugadas’ y ‘seguidillas flamencas dio el ‘opio’ á los concurrentes.”.
    Lo realmente interesante para mí es averiguar cómo llegan las tarantas a Cádiz. Creo realmente que lo hacen a través del Camino Real que conectaba Cádiz con Madrid y que a su paso por las comarcas del Santo Reino de Jaén recogen estos sones, en principio como “madrugás”, y después como tarantas.
    Una prueba importante de este paso es la noticia que ofrece Manuel Urbano a Fernando Quiñones recogida del madrileño “Semanario Pintoresco” del año 1848, en el que el precoz cervantista jienense José Giménez Serrano, quien no puede dormir en una venta de la localidad de Puerto Lápice (Camino Real) por la zapatiesta, guitarreos y cantos de otros huéspedes; entre ellos cuatro estudiantes de la tuna, un cedacero, cuatro napolitanos, dos pañeros, un abaniquero de viejo «y dos gitanos cantadores de la Viña de Cádiz...».
    (Quiñones, Fernando: “De Cádiz y sus cantes. Llaves de una ciudad y un folklore milenarios”; (2.ª Edición). Ed. Ediciones de Centro (Madrid), 1974; pág. 74).
    Sobre este Camino Real, en la página 227 de nuestro libro, ya hago referencia a “El conocimiento que se tenía de este itinerario y las vicisitudes de su desplazamiento y trasiego por andaluces de rumbo quedó plasmado en la temprana fecha de 1847 en la comedia “Manolito el Rayo en las Ventas de Cárdenas”, que se estrenaría en el Teatro del Balón de Cádiz”.
    Por eso entiendo que esta importación de cantes viene de tierra interior y principalmente por el Camino Real desde las tierras mineras de Jaén y no tanto vía marítima desde los puertos de Almería o Cartagena, ya que no hay presencia reconocida de tarantas o madrugás en Málaga por estas fechas, si esta hubiera servido como ciudad portuaria intermedia. También el dato elocuente de que el máximo cantaor malagueño reconocidos en estos palos, El Cojo de Málaga, no tuvo conocimiento de estos cantes hasta que no los aprende en Linares, mientras que en Cádiz en 1885, cuando El Cojo contaba 5 añitos, ya se tenía conocimiento de las madrugás en clave flamenca.
    Como dices es muy elocuente las palabras del gacetillero sobre esta noticia: “sobresaliendo en las ya famosas ‘tarantas’, importadas de los pueblos de Levante...”. No obstante creo que las que las tarantas que cantaban los hijos del Mellizo debían estar relacionadas con Almería, pues posiblemente tengan mucha influencia de Chacón, aunque también me asalta la duda de algunas malagueñas relacionadas con el “Sistema del Mellizo”, como la malagueña de Diego El Marrurro (atribuida a El Niño del Huerto), que se suele cantar: “A la mare mía...” que comienza con un verso quebrado muy en el modo y en el tono del sistema de Almería.
    Con el inestimable trabajo que las personas como tú lleváis a cabo, posiblemente algo de esto se descubra.
    Un saludo grande y gracias nuevamente por tu entrada

    Rafael Chaves.

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    1. Estimado Rafael:
      Muchas gracias por tu comentario tan extenso y aclaratorio sobre las vicisitudes de la taranta. No tengo tu trabajo que, obviamente, me encantaría leer, no lo he encontrado.

      La referencia de la actuación de Chacón en el Cómico, el 22 de mayo de 1905 la hallé personalmente en la hemerografía de Diario de Cádiz, hace más de una década, hacia 1999, cuando estaba realizando una biografía que me publicaron en 2007; si te fijas bien, es una fotografía bien nítida y no un documento de hemeroteca digital. La usé en aquella entrada de Chacón, como ahora he hecho con ésta de febrero de 1905 de Antonio el Mellizo.

      Me parece de lo más interesante todo lo que cuentas de la trayectoria del camino real de la taranta, su foco almeriense y jiennense. Te agradezco mucho tu comentario, tan prolijo, y el hecho de que te dediques a la investigación de forma tan minuciosa y científica, como así lo pide el sentido común para conocer una "verdad" histórica, más aproximada. Lo demás, es literatura especulativa e 'incorpórea', que tanto abundó en los tratadistas de anteriores épocas.

      Recuerda que es tu blog, o sea, que entres cuando quieras (y sin llamar).
      Un abrazo y gracias de verdad.

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  9. Maravilloso, chavea, Y digo yo: ¿porqué no lo haces por fascículos y al menos que te compensen el tiempo empleado? No se puede ilustrar y entretener al personal, gratis.Yo te ayudo en la publicación y sin nada a cambio.

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    1. Que tú ayudas sin esperar nada a cambio es algo sabido (y comprobado) por mí. Disfruto compartiendo el resultado de mi trabajo. El día que deje de hacerlo, dejaré de buscar fardos. ¡Marcao, además!

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